viernes, 22 de marzo de 2013

VIERNES DE DOLORES


A la soledad de María


Déjame, Soledad, que te acompañe,
pues grande, más que el mar, es tu quebranto.
Deja que la amargura de tu llanto
con mis manos la achique y la empañe.
Déjame, Soledad, que tu agonía
sea yo quien la viva y la padezca,
que, junto a ti, mi soledad merezca
el dulce alivio de tu compañía
Recuerda, Soledad de soledades,
que fuiste confiada a mi cuidado
por tu Hijo en el trance de su muerte.
Él me fió también a tus bondades.
Toma mis manos, Soledad doliente.
Yo, me quedo en las tuyas cobijado

AVEMARÍA DOLOROSA 
 
Dios te salve, María, llena eres de dolores; Jesús crucificado está contigo; digna eres de llorada y compadecida entre todas las mujeres, y digno es de ser llorado y compadecido Jesús, fruto bendito de tu vientre. Santa María, Madre del Crucificado, da lágrimas a nosotros crucificadores de tu Hijo, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén  

CONSAGRACIÓN A MARÍA
 
Virgen María, Madre mía, me consagro a ti y confío en tus manos toda mi existencia. Acepta mi pasado con todo lo que fue. Acepta mi presente con todo lo que es. Acepta mi futuro con todo lo que será.
Con esta total consagración te confío cuanto tengo y cuanto soy, todo lo que he recibido de Dios. Te confío mi inteligencia, mi voluntad, mi corazón. Deposito en tus manos mi libertad; mis ansias y mis temores; mis esperanzas y mis deseos; mis tristezas y mis alegrías.
Custodia mi vida y todos mis actos para que le sea más fiel al Señor y con tu ayuda alcance la salvación.
Te confío ¡Oh María! Mi cuerpo y mis sentido para que se conserven puros y me ayuden en el ejercicio de de las virtudes. Te confío mi alma para que Tú la preserves del mal. Hazme partícipe de una santidad igual a la tuya: hazme conforme a Cristo, ideal de mi vida. Te confío mi entusiasmo y el ardor de mi juventud, para que Tú me ayudes a no envejecer en la fe. Te confío mi capacidad y deseos de amar. Enséñame y ayúdame a amar como tú has amado y como Jesús quiere que se ame.
Te confío mis incertidumbres y angustias, para que en tu corazón yo encuentre seguridad, y sostén y luz, en cada instante de mi vida. Con esta consagración me comprometo a imitar tu vida.
Acepto las renuncias y sacrificios que esta elección me comporta, y te prometo, con la gracia de Dios y con tu ayuda, ser fiel al compromiso asumido.
Oh María, soberana de mi vida y de mi conducta, dispón de mí y de todo lo que me pertenece, para que camine siempre junto al Señor bajo tu mirada de Madre.
¡Oh María! Soy todo tuyo y todo lo que poseo te pertenece ahora y siempre. Amén
 

 

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